East Village

No se apretujen, aquí hay sitio para todos. Esto es The Village, a tiro de piedra de Manhattan, a 10 minutos de Broadway, mi sitio en NYC. Aquí me pasaría mis días y mis noches, todas las horas del reloj. Las calles son las típicas calles de Nueva York, pero éste es el barrio bohemio, el barrio más funky, como dicen ellos, el destartalado pero encantador. Y caro. Tiendas que se caen, restaurantes de cada esquina del planeta uno detrás de otro, terracitas abiertas, tiendas de música y cine, desorden, gente, gente, gente. Parques inmensos, gente tocando en los bancos, durmiendo, echando discursos, escribiendo en el portátil, gente de todos los colores y formas, el parque de los perros, más gente, tatuajes en la cara que un musculitos pasa corriendo mientras se le cruza el monje de una religión perdida, sin apenas ropa, lleno de marcas y collares, el planeta concentrado en unos metros y a punto de ebullición...
Rincones, música, verde por todos lados, se oye latir la vida detrás de cada muro.
Hechas las presentaciones, ya no hay dolor. Esto sigue siendo el Village, pero es una esquina de Cuba traída hasta aquí. Con música en vivo... y toda la tarde por delante para disfrutar...
Por cierto, una pena que no salga en la foto el amigo de las dos señoritas de la derecha... exiowyn, si llega a salir lo ponemos en el número 300 sea actor, bombero o sacerdote...
Ejem, ejem. No es la foto más políticamente correcta del mundo, pero os tenía que enseñar los Bubble Teas. Una pena que no tenga fotos del sitio, uno de esos que quedan debajo de las escaleras, con el techo muy bajito, la barra atiborrada de detalles, de ingenios de esos que derrochan imaginación, todo pintado de verde, y decorado con copas llenas de un líquido (estilo formol) que contenía frutas secas, hojas, figuras... El Bubble Tea no tiene que ser té, puede ser batido o yogur, pero líquido. De cualquier sabor imaginable (teneis que probar el de leche de coco). Dentro lleva unas bolitas de tapioca, blanditas y sin mucho sabor. Y es una delicia.
Y no me deja poner más fotos de una vez. Menos mal, porque si no no acabaría nunca. Esto es la verja de un jardín comunitario. No es cualquier cosa. Son propiedad del ayuntamiento o del barrio. Lleva todo un proceso de selección (alguien te tiene que recomendar) conseguir ser parte de uno de ellos. Tienes que prestar varias horas a la semana, y si tienes suerte consigues una pequeña parcelita para llevarla tú. Son jardines de locura. Sin reglas, sólo imaginación. Parecen salvajes, pero están cuidados hasta el mínimo detalle. Piedras, grabados, recovecos, banquetas, cocinillas, marquesinas... O toda una montaña de piedras irregulares para conseguir un efecto "escalera-laberinto" donde la gente se sienta o donde ensayar una obra de teatro (como en este que veis sin poder ver bien...). Te puedes perder y dejar de ver edificios, aunque son bastante pequeñitos, pero la foresta te traga. Se hace silencio absoluto, sólo se oye chapotear el agua, la gente que habla bajito en la otra punta... Aquí, en East Village, están abiertos al público. Uno de ellos nos recibía con un grabado de azulejos de Don Quijote... y con un cuaderno de visitas donde nos despachamos a gusto... qué maravilla.